lunes, febrero 22, 2010

El prisionero 46664

El pasado 11 de febrero se cumplió el vigésimo aniversario de la liberación de Nelson Mandela. Luego de 27 años de cautiverio, el prisionero 46664 salió victorioso, dispuesto a seguir luchando por ideales y propósitos superiores. En los meses que siguen, su figura se agigantará tanto dentro como fuera de su país. Vendrá el Nóbel, vendrá su elección democrática como Presidente de Sudáfrica, y vendrá la Copa Mundial de Rugby de 1995. Y quince años después, vendrá Clint Eastwood a narrar esos momentos de modo magistral e inspirador. "INVICTUS" es una película magnífica, digna de su realizador, de sus actores y por supuesto del hombre que la inspira.

Que la segregación y el racismo cultivan odios, rencores generacionales y cruentas venganzas, todos lo tenemos claro. Pero ver la película de Eastwood pone las cosas en perspectiva. Sobre todo cuando alguien demuestra que puede quebrar ese círculo de violencia: el exprisionero decide perdonar a sus celadores y verdugos, y más bien lucha por la unión y bienestar de todos. Respeta las ideas y decisiones de cada uno, pero no teme ejercer su papel de líder para señalar el camino y corregir lo que cree estar mal. Y con voluntad férrea, con una sonrisa honesta, y con una fuerza sobrehumana, usa de todos sus dotes y su conocimiento para diseñar un nuevo país, en el que adquiera vigencia y eficacia el concepto de BIEN COMÚN. E invita a sus colaboradores a seguirlo.

Y con ese fin, plantea un reto inédito al capitán del equipo de Rugby.

Las circunstancias deportivas volverán a poner a Sudáfrica en el centro del mundo durante el presente año. Esta vez Mandela no estará en el poder, pero si en la mente de todos. En un reciente artículo publicado en los diarios sobre Mandela, don Sergio Ramírez decía: "al término de su período decidió no quedarse un día más, y dio paso a la escogencia de su sucesor, renunciando a la reelección y abandonando el poder en la plenitud de su poder, y de su prestigio mundial. Se apartó con humildad, y en su cuenta no hay abusos de poder, ni actos de corrupción, ni discursos huecos, ni bufonadas, sino la visión de un hombre que quiso construir un país democrático y unido, más allá de las fronteras raciales, buscando la reconciliación con la minoría blanca para tener una sola y gran nación. Un estadista verdadero, que basó su sentido del poder en la ética, y en la lealtad a sus principios, el mismo cuando estaba en la cárcel que cuando estaba en el palacio presidencial".

Toman por ello especial relevancia las palabras del poema del que el prisionero 46664 sacaba fuerza de voluntad, durante 27 años de calabozo, y que Eastwood nos regala en su película:

INVICTUS
por William Ernest Henley (1849–1903)

Out of the night that covers me,
Black as the pit from pole to pole,
I thank whatever gods may be
For my unconquerable soul.
In the fell clutch of circumstance
I have not winced nor cried aloud.
Under the bludgeonings of chance
My head is bloody, but unbowed.
Beyond this place of wrath and tears
Looms but the Horror of the shade,
And yet the menace of the years
Finds and shall find me unafraid.
It matters not how strait the gate,
How charged with punishments the scroll,
I am the master of my fate:
I am the captain of my soul.

Que en castellano suena más o menos así:

Más allá de la noche que me cubre
negra como el abismo insondable,
doy gracias a los dioses que pudieran existir
por mi alma Inconquistable
En las azarosas garras de las circunstancias
nunca me he lamentado ni he pestañeado.
Sometido a los golpes del destino
Mi cabeza está ensangrentada, pero erguida.
Más allá de este lugar de cólera y lágrimas
donde yace el Horror de la Sombra,
la amenaza de los años me encuentra,
y me encontrará, sin miedo.
No importa cuán estrecho sea el portal,
cuán cargada de castigos la sentencia,
Soy el amo de mi destino
Soy el capitán de mi alma.

El acierto de Eastwood radica, entre otras cosas, en narrar sólo una pequeña parte de la vida de esta gran figura, pero que refleja con creces el ser humano en el que se ha convertido. Además Mr. Clint deja claro que no estamos ante una figura celestial ni beata, sino totalmente humana. Es por ello, sin duda, que los esfuerzos que el Madiba hace para sembrar semillas de humanidad entre sus coterráneos, sin importar el color de su piel, dan fruto abundante; y también nosotros los podemos aprovechar.

Porque el planteamiento es transformar la realidad buscando superarse uno mismo, buscando inspiración donde puede haberla, aunque sea en un poema, en una canción o en un torneo deportivo. Por cierto, no es obstáculo para disfrutar muchísimo la película no saber nada de las reglas de rugby... Como no fue obstáculo para miles de personas que odiaban a su equipo de rugby de jugadores blancos -porque odiaban a los blancos- unirse al unísono en aquel momento, cantando una sola canción, bajo la batuta de un verdadero director de orquesta.

Quizá sea bueno comenzar por algo. Tal vez, cumpliendo la orden que le dio Mandela a su heterogéneo grupo de oficiales de seguridad: sonreír.